Lydda Franco Farías recordada en Librería del sur


Este 7 de agosto, Franz Ortiz Castañeda disertò en la Librería del sur en el museo Carmelo Fernández en San Felipe, sobre la vida  de la poeta Lydda Franco Farías y  la calificó como “una de las más vitales voces de la poesía venezolana de la beligerante en la década de los años sesenta; nacida el 3 de enero de 1943, en la Sierra de Coro o Sierra de San Luis.

Estudia primaria en su pueblo natal, y los estudios secundarios los realiza en el Liceo Cecilio Acosta de la ciudad de Coro. Comienza a escribir desde la adolescencia en 1958 y posteriormente, colabora en los diarios La Mañana de Coro y Panorama de Maracaibo, entre otros.  
A partir de 1963, se radica definitivamente en Maracaibo, estado Zulia, Venezuela.   En la Universidad del Zulia, trabaja de bibliotecaria en la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales. Allí nos narran algunos compañeros, sus protestas por el asesinato de Jorge Rodríguez, por el golpe de estado en Chile contra el presidente Allende, sus discusiones sobre las tendencias del MAS, sobre los “perros” y los “patriotas”…” (María Solaeche).
Durante la actividad que fue organizada por  la Plataforma del Libro, Pensamiento y Patrimonio Docuemntal, fue obsequiado el libro Antología Poética de Lydda Franco Farías.
 Había publicado Poemas circunstanciales (1965), Summarius (1985), Recordar a los dormidos (1994), Descalabros en obertura mientras ejercito mi coartada (1994), Bolero a media luz (1994) y Una (1998), Antología poética, publicado en 2002

Leisie Montiel dice “Si eligiéramos como rumbo para esta investigación marcar un tono subterráneo que circula como las llamas de un volcán que buscan hacer erupción, seguramente el momento poético más apropiado para ubicar ese estallido sería el poema inicial del libro Una (1985), de Lydda Franco Farías. Más allá del tono veladamente irónico con que Rosario Castellanos asume los oficios del hogar, Franco opta por rebelarse contra ellos sin rodeos y autorizarse a gozar de un espacio para el ocio. Sólo transcribiré la primera parte, porque con esta muestra poética basta para medir la algidez, la irreverencia y el ingenio con que se resuelve cada verso:
¿estás oyendo cama el edicto de mi pereza?
voy a desayunarme la claraboya de la mañana
voy a atragantarme periódico con tus crónicas
violentas
voy a tener noticias del mundo hasta la ingesta
de par en par ventanas
muéstrenme lo que sin mí despierta
sacúdete ropa inmunda los dobleces
espanta con lejías la penumbra
soliviántate plancha
aplasta en un desliz las pérfidas arrugas
a volar escoba sin bruja que respire el polvo
dancen muebles al ritmo que los aviente
púlete piso en redención de no empañado espejo
arde sin paz cocina del infierno
tápate olla impúdica
cuece a la sazón luego evapórate
suenen cubiertos en estampida muda
a fregarse platos les llegó su hora
la carta por favor
quiero probar el albedrío
niños culpables
aúllenle a la luna
no estoy de humor para lidiar con monstruos
que no amor que no
la señora hoy decidió estar indispuesta
.

Franco se sirve del humor más negro para desahogarse del hastío, de la obstinación a que la llevan los compromisos inherentes a la figura de una "ama de casa" común y corriente. Parecería que la poeta escupe sobre cada labor doméstica que, seguramente, ha cumplido hasta el cansancio, hasta el punto de dislocar el funcionamiento de la lógica convencional y producir un realismo mágico expreso que la salva de la monotonía. Al respecto, la crítica Maylen Sosa apunta que "la voz poética denota un cansancio, un agotamiento por el rol o posición pasiva a la que por mucho tiempo estuvo forzada la mujer, y señala la ruptura progresiva con el antiguo esquema" . Ya el simple mohín de comenzar su poema con letra minúscula delata su resistencia a seguir, incluso, los preceptos gramaticales. Ella misma es capaz de generar su propio alfabeto para escribir acerca de lo que, en definitiva, le interesa decir.
La burla, la ironía y la alucinación hacen su entrada y se instalan a vivir en el poema. Son, como señala el crítico Enrique Arenas Capiello, el resultado "de un hondo y detenido trabajo desde el texto mismo, desde el arduo esfuerzo con las palabras, la sintaxis y los tonos" .
Franco, entonces, se hace justicia desde la palabra que ella misma enhieste, en un fiero impulso de refugiarse lejos de la rutina. Arenas sabe apreciarla en su exacta dimensión intelectual cuando afirma que "[s]u eficacia, originalidad y talento consisten más bien en extremar zonas de lo real, tensar su ámbito de forma que se logre revelar y transfigurar su materia, sus elementos, su facticidad. Poesía más que solamente de lo fáctico es, fundamentalmente, de lo posible, de lo virtual escondido en la realidad obvia y ordinaria" . El crítico cita, más adelante, otros versos de Franco en los que la podemos sorprender en una actitud hostil a todo determinismo ancestral, pues en su clima personal quiere vivir -nadar- a contracorriente del estigma de comportarse como una mujer "normada" por el peso de "la costumbre". Los versos extraídos por Arenas son éstos:
de sobra sabes que me avergüenzo
de ese otro ser que me esquilma
y me avasalla
de repetir hasta borrarme
el gesto heredado de pálidas
enhiestas
amas de casa remotísimas
A este extracto poético deseo añadir otros versos que se encuentran en el mismo texto, porque, a mi juicio, ponen en evidencia el alto grado de madurez alcanzado por Franco en lo que se refiere a su experiencia de vida y a la precisión lograda en su justa representación verbal:
ten en cuenta muchacho de las cavernas
que he ido ganando el derecho
a perder de igual a igual el paraíso
la paciencia
a compartir la cama
el santo y seña
el mundo
fifty fifty
o no hay trato
vete acostumbrando hombre voraz
mujer no es sólo receptáculo
flor que se arranca
y herida va a doblarse en el florero
al fondo de la repisa
entre santos y candelabros y trastos de cocina
una mujer es una mujer más sus uñas y sus dientes
lo siento caballero de la brillante armadura
aquesta doncella rompió el molde
creció .
El poema final de Una posee un título homónimo del mismo, en el que Franco parodia los hábitos domésticos y las actitudes que la mujer casada pone en práctica dentro del recinto asfixiante de la casa, al mismo tiempo que da una lección del correcto empleo del pronombre personal "una", a modo de reivindicación de un uso gramatical que había quedado sepultado con la imposición del pronombre neutro -y, por lo tanto, unisex- "uno". Por eso, la poeta resalta la palabra UNA con mayúsculas. Una vez más, volvemos a encontrar -ya se vio en la poesía de Castellanos- de qué manera, por debajo de los dictámenes domésticos, existen grietas que amenazan con quebrantar el "orden-ordinario", y esas grietas son las que surgen de la seducción entre mujer y libros, mujer y palabra, mujer y poesía:
UNA amanece
con el cuerpo de cera
con la víspera haciendo piruetas
con ojeras que delatan los retorcimientos del amor
UNA sabe que tiene prejuicios
y los va perfeccionando
UNA es a-política
UNA no se mete en camisa de once varas
UNA estampa el beso curricular
ÉL se va con sus ínfulas
con su ontológica suficiencia
UNA comparece ante el tribunal de los hijos
y cede ante la tiranía de los hijos
UNA tiene el deber de ser bella
porque entre otras cosas para eso está UNA
y para comprar lo que nos vendan
y para sufrir por la muchacha de la telenovela
que es tan desgraciada (la muchacha y la
telenovela)
y para llorar de felicidad porque al final
el sapo se convierte en magnate y se casa con
ELLA
UNA es tan sentimental
UNA es tan fiel tan perrunamente fiel
que asquerosamente fiel es UNA
UNA se asoma al espejo y comprueba lo que no es
sabe qué cara va a poner
qué silencio va a arriar
qué píldora de domesticidad va a tener que tragarse
qué anticonceptiva es UNA
UNA queda tendida
knock out
para reaparecer al día siguiente
pidiendo la revancha .
La dedicatoria del poema ya es, de por sí, elocuente: "a mis congéneres y a ellos aunque mal paguen". La ironía del tono que elige Franco para construir su universo poético es uno de los tropos más fuertes que lo atraviesan; burla fina de un genio con garbo que se aviene, perfectamente, con el estilo característico del contexto marabino, en el cual lo dicho -con base en hipérboles- siempre tiene un sentido contrario como verdadera intención. Sosa lo refiere en estos términos: "La ironía en este discurso es un elemento que otros críticos también han percibido, y que funciona como recurso esencial para zaherir en la expresión de sus críticas y cuestionamientos" (Sosa, 2006).
Según un estudio realizado por Ana María Romero, en el que se revisa la poesía de Lydda Franco desde el enfoque del análisis del discurso, la crítica llega a concluir que "la ironía discursiva tiene la función pragmática de estimular el espíritu crítico o la confrontación de ciertas posturas ideológicas de quien lee" (Romero, 2006: 134). En cuanto a su estilo, Romero afirma que "la poesía de Franco Farías puso de relieve una voz femenina cuyo ejercicio poético, desde los inicios, se caracterizó por la ruptura con ese modelo de poesía intimista, de sensualidad sutil y la introspección, para destacar la ironía y la oralidad" . Estos dos últimos elementos forman la base sobre la que se levantan los variados actos de habla registrados por Franco, en su diario discurrir


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