Adelia, la que deleito en el Carnaval de Chivacoa necesita ayuda

Ay, no hay que llorar, que la vida es un carnaval/es más bello vivir cantando /Oh, oh, oh, Ay, no hay que llorar/que la vida es un carnaval/y las penas se van cantando/ en la voz de Celia Cruz, sonaba. Era el tema, La vida es un carnaval,  que retumbaba lo largo de la calle 9 de Chivacoa, allí se decidió en el último desfile de carnaval que  saliera de allí. Y muy cerca estaba  ella recién bañada, en su silla de ruedas.
Vestía una bata de florecitas azules, y unas pantuflas plásticas, peo hace tres años atrás a esa misma hora salía a la calle con sus traje confeccionado por sus propias manos, cubierta de flores, plumas, lentejuelas con su traje de quinceañera. Es Adelia de Jesús Gutiérrez.
Quizás, apenas con tres años que no desfila en el carnaval, casi nadie se acuerde de ella. Y es que un accidente  cerebro vascular la saco de una de sus más queridas aficiones, disfrazarse.
Adelia, es nativa de Churuguara y nació en la hacienda donde su abuela trabajaba porque Carmen, su mamà  fue a visitarla y allí la encontraron los dolores del parto y la asistió la abuela Magdalena, que era comadrona.


Allí creció, eran los días del gobierno de Juan Vicente Gómez, le cosía a las muñecas y después a las mujeres de los caseríos cercanos.
Y en la hacienda donde Magdalena trabajaba se quedo, pero un día una gente de Barquisimeto fue a comprar ganado y se vino con ellos a trabajar en la ciudad, para ser una gran costurera.
Pero el sueño, no cuajo, tuvo que ordeñar vacas y con la leche llenar botellas y salir a venderlas. Al fin se fue de ese lugar y se dedico al negocio informal, iba a Caracas compraba ropa y la vendía a crédito o al contaba. Reuniendo y reuniendo compró una máquina de coser y se dedico a coser en una casita que había alquilado.
Como no todo era trabajo, un día vino a conocer la montaña de Sorte, que le habían dicho era muy bonita,  pero se vino sola y no pudo llegar. En cambio se dedico a recorrer el pueblo. Visito la iglesia, las perfumerías y fue al cine y allí se dio cuenta que no eran como los de Barquisimeto, que a la puerta vendían helados, refrescos y cotufas.
Y en su cabeza, en el autobús en el viaje de regreso a su casita en Barquisimeto, pensaba. Pensó en  fabricar empanadas y venir todos los días. Y así lo hizo. A los pocos días encontró un trabajo puliendo los muebles de las maquinas de coser, pues ya tenía mucha experiencia.
Y en un carnaval, se fue a El Tocuyo que tenían mucha fama y  la gente hablaba del rey Momo y cuando paso en su carroza le pidió y le hizo una promesa que a cambio de que le reparara para comprar una casita se disfrazaría siempre.
Y así comenzó Momo a darle suerte, en Barquisimeto cerca de donde vivía hubo una invasión y allí se metió y comenzó la construcción de su casa. Y como le había gustado Chivacoa, vendió y se vino a este pueblo donde vive.
Eran los días cuando se decretó el carnaval con rango de turístico en Chivacoa y decidió comenzar la promesa. Así cada año hasta el día que se enfermó las calles del pueblo la vieron desfilar con diversos disfraces, el primero  de quinceañera.
Hoy Adelia, se recupera  en casa de su hija y necesita ayuda.


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