Los días previos a mi pesebre


La brisa mañanera, fría, limpia, que desde mi terraza percibo, apenas despertarme, me depara nuevos bríos, alegría íntima que me lleva a remotos momentos de mi infancia, cuando contemplaba ese lucero azul de brillantísimos destellos al sureste de Aroa, al anunciarme ese día que pronto entraríamos en Navidad. Sentí la presencia de mi mamá Adelina y mis tías Virginia y Evarista que me decían: ¿ya planificaste el pesebre de este año?, se te van a pasar los días y se acerca la Noche Buena. La brisa me trajo el olor característico a cruceto con sus motas blancas y a musgo fresco, que me hacían buscar para adornar al niño Dios.


 
                Es que salíamos después de las misas de aguinaldo en la Iglesia San Miguel Arcángel de Aroa, a las 5 de la mañana a pasear y buscar estas plantas por los alrededores de Aroa, caminos, serranías y haciendas cercanas, apenas despertar el día, con los primeros rayos del sol y la mágica bruma de estos días impregnados de rocío. Me perturba el recuerdo, mi respiración se hizo profunda y luego sentí nostalgia. ¡Papá! me llamó mi hijo Tobías José ¿qué miras tanto para ese cerro?, tienes rato ahí, ¿no te da frio? Le respondí: bajo a regar las plantas, desayunamos y luego abrimos las cajas del pesebre.
                Todos los años se da ese ritual de abrir las cajas que guardan las figuras de mi nacimiento. Todos los años luego de tener las figuras limpias y sobre una gran mesa, me dispongo a diseñar lo que será el pesebre de ese año. Desde los cinco años de edad que el padre de Aroa Ismael Vielva, me trajo de España un niño Jesús, estoy haciendo pesebre y desde esa edad que lo hacía sobre mi cama, lo quitaba para dormir y al día siguiente lo volvía a armar después de arreglar la cama. Siempre es distinto y es un reto, la creatividad a desarrollar son varios días de trabajo junto a mis hijos y Mirtha mi esposa, siempre tratando de desarrollarlo sobre una idea, con un tema previsto que me permite soñar y de vez en cuando ver el lucero mañanero de brillantísimos destellos. (Tobias Salazar)

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