26 marzo 1812 Terremoto en el valle de Yaracuy

 

SOBRE LA SERRANÍA DE AROA

Los datos que han sido manejados por los historiadores acerca de las consecuencias del sismo en la ciudad de San Felipe se han basado, ciertamente, en muy poca documentación (véase, por ejemplo, Trujillo, 1955; Perazo, 1964; Pinto, 1969).

La situación del momento impidió que muchos lugares del país produjeran información abundante, clara y precisa.

El caso de las poblaciones alineadas al pie de la serranía de Aroa (Urachiche, Yaritagua, Guama, Chivacoa, Cocorote y San Felipe, principalmente), no es una excepción.

Sin embargo, en trabajos publicados anteriormente a propósito del

terremoto de 1812 (Altez, 1998 y Grases et al., 1999, especialmente), nueva documentación salió a la luz.

Datos precisos sobre la destrucción de estas poblaciones ilustraban las consecuencias del sismo en la región; pero las fuentes sobre San Felipe continuaban siendo escasas.

Entre otras cosas, los dos o tres documentos más cercanos a la fecha (citados en Altez, 1998 y Graseset al., 1999), sólo hacían referencia a la destrucción de la ciudad (al igual que las narraciones heroicas y nacionalistas de los historiadores mencionados).

La más detallada de todas las referencias descansaba en el escrito de Genaro Zumeta, quien cien años después y refiriendo a “...las narraciones que nos hicieron nuestros padres y nuestros mayores...”, confesando, además, que “...esta reseña de pasados y lejanos tiempos, no está basada en documento histórico alguno”(Zumeta, 1912), describía con precisión sorprendente lo sucedido en aquellos días.

Zumeta afirmaba que el río Yurubí se había represado con el sismo y, luego de torrenciales aguaceros, se desbordaba el 31 de marzo arrasando con toda la ciudad.

Este ´testimonio´, que ha sido aceptado como cierto en Altez (1998) y en Grases et al. (1999), merece ser discutido, puesto que la documentación revisada recientemente parece corroborar (o bien poner en duda), sólo parcialmente su narración.

En efecto, fueron hallados y consultados más de dos docenas de manuscritos originales en los archivos de Barquisimeto, Caracas y San Felipe, en donde en ninguno de ellos se menciona el caso tal como es descrito por la ´remembranza´ de Zumeta. Sin embargo, una breve parte de la información sugiere escenas similares, aunque no tan dramáticas.

Debe decirse, en ese sentido, que de todos los documentos leídos, sólo uno hace mención tangencial al asunto. Se trata de un expediente elaborado en 1815, en donde se expropiaban a los criollos revolucionarios bienes registrados en San Felipe.

Es interesante destacar que en este documento se describen 29 casas situadas en la ciudad que no presentan daños ni destrucción. Sin embargo, las 9 haciendas decomisadas (todas ellas ubicadas ´río abajo´, es decir, cercanas pero en las afueras de la ciudad, situadas aguas abajo, en el sentido en el que corre el río Yurubí), señalan deterioro, maltrato y ruina, así como coincidencias aproximadas con lo dicho por Zumeta:

“Hacienda sita en la Quebrada abajo, perteneciente a los herederos de D. Tomás Arrivilla (...) En la parte que llaman de Bustillos bañado del río, que actualmente se derrama por dentro de la posesión=1.500 árboles frutales. (...)

Hacienda de Don Manuel Osorio, difunto, sita en la quebrada abajo y abandonada. 2 fanegas de tierras de labor, vencidas del río Yurubí y quebrada del Guayabal que corren ya por dentro.

Hacienda de cacao perteneciente a los menores de D. Pablo Freitez... 4.538 árboles de cacao frutal, que por estar a orillas del río Yurubí, que le amenaza toda ruina. (...)”

Siendo la fecha del documento el año 1815, existe la probabilidad de que los citados desbordamientos de las quebradas, entre las que se nombra al río Yurubí, nada tengan que ver con la obturación supuestamente sufrida por el mismo río en 1812.

Sin embargo, se le puede otorgar cierto crédito si a ello se le suma el hecho de que, luego de los daños sufridos a causa del sismo, los habitantes decidieron reconstruir la ciudad seis cuadras más arriba de donde se hallaba para entonces (quizás huyendo de los efectos padecidos “aguas abajo”): “(...) se han ido reuniendo las gentes, y están fundando un nuevo pueblo, tan llenos de fervor que ya se está construyendo una nueva iglesia de tres naves con treinta varas de largo de orconería labrada toda de obra limpia y queda a la fecha el cañón principal.

El horror que convibieron las gentes con la lamentable ruina de la ciudad, que a la verdad quedó inhabitable el lugar, les ha hecho elegir para la nueva población el sitio en donde estaba una capilla de la Santísima Trinidad a distancia de seis cuadras de la contigua Parroquia, y como por su altura y espejo, les ha parecido lo mejor sea plantado aquí el templo. (...)”

La duda es más clara aquí que cualquier deducción: si el río Yurubí se desbordó arrasando con la ciudad, ¿por qué no es mencionado como una de las causas de su destrucción en la documentación contemporánea? Todos los manuscritos del momento señalan al lastimoso día del terremoto, como responsable de la ruina de San Felipe y ninguno de ellos nombra siquiera al río Yurubí. ¿Inventó todo esto Genero Zumeta o lo inventaron sus ´mayores´?

Más aún, cuando se reabrían los libros parroquiales entre junio y julio de 1812, escribía el cura Brizón en  sus comienzos: “Por haberse perdido los libros parroquiales en el espantoso terremoto del veintiséis de marzo de mil ochocientos doce, se abre nuevo libro de bautizos.” ¿Por qué no habría de decir que los libros se los llevó el río, o bien que fue tan espantoso el terremoto como el desbordamiento?

Por otro lado, mientras la destrucción de la ciudad del fuerte a causa de un alud torrencial se ofrece como una duda inquietante, las poblaciones vecinas dejaron muy en claro sus testimonios.

Entre Chivacoa y Guara se aseguraba que habían perecido 9 personas a causa del sismo; en Yaritagua señalaban que de su iglesia “...no quedó piedra sobre piedra...”; Guama confirmaba que “... diez y siete personas fueron sepultadas, según los cadáveres que se han sacado,...”; Cocorote, asimismo, también testimoniaba sus padecimientos:

“El terrible temblor del 26 de Marzo último aniquiló el templo y poblado que había... los serros se destruyen con fuegos subterráneos, en términos de que se han tapado los ríos hasta que a fuerza de trabajos en unos, y en otros por los repetidos temblores se ha conseguido  abrir sus corrientes. (...)

“...aun amenaza el fuego subterráneo de los inmediatos cerros hacia Aroa en terminos que desplomados desvían el curso de las aguas...”

“El sitio del pueblo arruinado haquedado espantoso, no solamente por su total extinción sino por los continuos ruidos subterráneos, despeños de los cerros, con montañas y sabanas inmediatas; crecientes no vistas de los ríos de Guayarebo y del que llaman de la Virgen, a poniente y naciente, como a un cuarto de legua cada uno del otro, y grietas que se advierten en los que van quedando; de suerte que es un espectáculo tan triste y melancólico, que llena de espanto y tememos se aniegue el terreno porque ambos ríos se chocan. (...)”

Evidentemente, estas descripciones dejan muy en claro que si algún río fue obturado en la zona y desviado su cauce, Cocorote fue testigo de ello (Figura 1).

Estos efectos sobre la naturaleza (únicos certeramente descritos y positivamente documentados para toda la región), sugieren una cercanía muy probable a uno de los epicentros de la región norte para aquel 26 de marzo de 1812. Quizás una exploración geológica de la zona permita corroborar físicamente estas afirmaciones (Figura 2). https://www.redalyc.org/pdf/3477/347730361009.pdf

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Comentarios

  1. Excelente artículo de la profesora Lisbella Páez sobre la “supuesta” inundación del Río Yurubi post terremoto 1812. Como bien opina no hay suficientes testimonios que soporten esta inundación, inclusive en un artículo científico reciente sobre ese sismo también ponen en duda un represamiento del rio por efecto del terremoto.
    He leído otros escritos de Lisbella Páez sobre el estado Yaracuy y sinceramente la felicito por sus logros de investigación histórica.

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