LA EDUCACIÒN EN VIA DE MODERNIDAD

 

Consciente de lo que significó para Barinas y el país la educación impartida en esta ciudad, en la década de los 40, siempre he sostenido que no se puede hablar de la formación educativa en Barinas si no se menciona a la Soublette, recordada institución que dejó huella imborrable en la formación de los barineses de esos años.

Era la Barinas de casas de palmas y tiempos de paludismo, de las orientaciones y enseñanzas de maestros como: Herminio León Colmenares, Elías Cordero Uzcátegui, doña Virginia de Contreras, Aníbal Acosta, doña Trina Melean de Jiménez, doña Lola Fonseca de Heredia, José Manuel Ameliah, Lucila Acosta y José Feo Gorrín; quienes con profunda vocación y amor por su escuela llegaron a formar una generación de barineses con sobrados sentimientos humanistas que difícilmente se repita. Esa escuela sembró en el alma de sus alumnos el amor por los principios cívicos ciudadanos, ellos han servido de ejemplo, no sólo por su formación intelectual, sino por su formación ética y moral desempeñada en la vida pública de toda esa generación.

Hacia la década de los cuarenta, el acontecer barinés comienza a palpar cambios significativos en su economía productiva por la llegada del petróleo. Ruiz-Guevara, en su libro Arañazos al Tiempo, señala que, «en el año 1944 se instala la primera panadería moderna que comienza a procesar el pan en forma industrial; para ese entonces en Barinas se cocinaba en leña y ‘era rara la casa en que usaran kerosene’ ».

Corría el tiempo de la historia del Hermano Nectario María y del libro Mantilla. Los muchachos tenían que aprender a leer, escribir y memorizar lo que se les decía; el maestro acostumbraba a tomar un párrafo y se lo leía como un cuento, después les pedía que lo interpretaran y echaran su cuento, el que no salía bien recibía su castigo; pero el que captaba las lecciones, hasta iba de pesca con el maestro o a jugar una “caimanera” de pelota. Era la Barinas bucólica y pueblerina, donde todos se conocían y compartían dichas y pesares. La Barinas de ayer, de calles polvorientas, la del trompo, la metra, la perinola y los papagayos, la Barinas que quedo en el recuerdo.



Llega la década de los 50 y la férrea dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez. El país cambia y comienza a transformarse, aumenta la renta petrolera, Venezuela obtuvo inmensos ingresos fiscales, sobre todo en los años 1956-57, en los cuales el gobierno otorgó nuevas y millonarias concesiones petroleras. Se inicia la modernización del país.

Al mismo tiempo, la dictadura militar destinó grandes sumas de dinero para la construcción de obras suntuarias y espectaculares, arquitectónicamente el país comienza a cambiar. A pesar de las nuevas inversiones, se produjo un estancamiento del sector secundario; más, simultáneamente, aumenta en forma considerable el sector terciario de la economía nacional. Todo esto fue producto de la carencia de una industria manufacturera que pudiera absorber una parte importante de la población económicamente activa y generar, paralelamente, actividades vinculadas a su producción; por otra parte, el sector primario se encontraba saturado en cuanto a ocupación de mano de obra, por lo que se produce un traslado de la población económicamente activa hacia el sector terciario, donde realizarían servicios sin mayor importancia para el desarrollo económico del país, tales como burocracia estatal, policía, ejército, y otros servicios.

Esta situación de los sectores de la economía nacional produce una deformación funcional característica de la estructura económica de los países subdesarrollados. Tal panorama invirtió los términos de la economía venezolana: luego de caracterizarse por ser una economía de crecimiento “hacia adentro”, paso a ser una economía de crecimiento “hacia fuera”; en el sentido de que en la década anterior se originaron algunas industrias con capital nacional que utilizaban materias primas e insumos producidos en el país. En la década del 50, el país se había transformado de rural a urbano.

Son muchos los acontecimientos que marcaron hito en la historia del país, transformándolo casi de manera total; de esos hechos, podríamos señalar que las edificaciones educativas comenzaron a abrirse hacia la modernidad.

 

Alberto Pérez Larrarte

Cronista de Barinas

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